15 diciembre 2015

Impaciente

iO


Crees que soy tuya porque me has domesticado. Me entrego pero nunca seré para ti del todo, porque tú no me conociste cuando tenía los ojos llenos de sol; cuando amé con una fuerza que levantaba cielos y odié con la furia que rasgaba sus cimientos. Cuando todo era de verdad todo, y ni un latido menos. Cuando no tenía miedos más allá del no sentir, y una canción era un yonqui ansioso capaz de asaltarme con una navaja en busca de más emoción. Cuando sólo había un camino, bordeando el abismo, el que no haría nadie más, y no sacaba las manos para hacer equilibrio: siempre estaban ocupadas sujetándome algún fragmento del corazón que amenazaba con despeñarse por el barranco de la cordura para no verme más, como quien salta, presa del pánico, de un tren a demasiada velocidad. Cuando rezaba a mis demonios cada día y me escuchaban sin falta. Cuando había ojos que no llamaban nunca a la puerta y se colaban entre ráfagas de vacío, rozando sólo su humedad un suelo yermo que no tenía bastante para empaparse jamás. Cuando dejaba que los recuerdos me soplaran dentro y elevaran todo lo bueno y todo lo malo cada vez, para volver a dejarlo caer después. Por eso ya no podrán lloverme hasta inundarme la razón, hacerme más feliz que nunca, colocarme en la pared como un trofeo, escupirme en lo profundo del corazón. Fue tarde desde muy pronto para calar en mi yo.
 )(