01 septiembre 2011

bolsillos



Cerró la mano en torno al espacio vacío. Ni el poso del recuerdo quedaba ya, su voluntad de olvidar lo había disuelto cuando por fin pudo desterrar la pena por sí mismo. Lo veía ahora, desvaneciéndose entre brillantes colores, como si hubiera guardado su más bello espectáculo para el final. Sólo eran briznas que no podían alimentar ya nada, siquiera el tiempo confuso entre el descanso y la vigilia, y mucho menos una vida completa y verdadera. Aún así apareció la tentación en el último momento, la esperaba. La tentación de arrojar todo por la borda con tal de contemplar esos colores una vez más, de escuchar aquellas notas una vez más, de sentir ese vuelco dentro de sí, sólo una vez… sólo una vez bastaba para inclinar la balanza del lado del aire en el lugar de la piedra. Bastaba porque, una vez que lo dejara ir, jamás lo contemplaría, escucharía o sentiría de nuevo. Jamás volvería a encontrarlo en este mundo porque nunca perteneció a la realidad. Lo que vio consumirse ese día, como no, entre llamas, era un sueño que jamás podría volver a recomponer.
Había desaparecido de su bolsillo. El familiar consuelo al que se había aferrado en su huída del mundo, el peso indescriptible que lo anclaba al tiempo impidiéndole avanzar. La estrella que marcaba el norte, inalcanzable siempre, había caído. Los retazos de luz atesorados a lo largo de tantos años, ardían en la gloria del olvido. El norte estaba ahora en movimiento, a la espera de que lo señalara.
Cerró la mano y el vacío que halló dentro le hizo respirar hondo, tranquilo. Jamás volvería a guardar nada en sus bolsillos.


…………


Te define lo que llevas en tus bolsillos, pero gana la partida lo que queda fuera de ellos. La moneda que te falta para insertar en la cabina, alquilando por horas un mundo fuera de casa, una excusa que te aleje de una nueva discusión. Las llaves del coche que te arrastran a un paseo de dos horas, a un portal desconocido, a un mañana inesperado. El billete de metro con el teléfono de esa chica, cuya búsqueda en vano te despierta de una insensatez, llevándote directo a la parada “reconciliación” más próxima… Si por algo recordamos los bolsillos, es normalmente a causa del olvido. Porque no es más que un espacio pequeño en el que, una vez vacío, sobra sitio al curso de la vida para girar y cambiar de rumbo.
    
                                                                                         
                                                                                               )(



"È davvero difficile svegliarsi quando si è stati costretti a pensare che un pezzo di cartastraccia sia un assegno da un milione di dollari. Com'è difficile strapparsi da quel pezzo di cartastraccia!" (Messaggio per un'aquila che si crede un pollo - A de Mello)

Con los bolsillos vacíos y las cosas dentro.
iO

2 comentarios:

pixel dijo...

Qué metáfora tan extraña, brillante, para describir un adiós al pasado y una bienvenida al futuro. Una forma muy peculiar de decir, me desprendo de una determinada carga de la que me ha costado mucho sufrimiento y lágrimas soltar, pero que una vez hecho, llega el confort y las ansiadas ganas por ver lo que llegará.

Puede ser bueno, malo, regular... mejor que sea bueno al principio, pues no vaya a ser que añoremos eso que dejamos marchar, esa sensación es fácil tenerla. En cualquier caso, cuando una mira atrás y ve el tiempo recorrido con todas sus luces y sombras, sientes como una especie de paz, de he llegado hasta aquí a pesar de que no creí conseguirlo nunca y para atrás ya no vuelvo.

Como decía un amigo años atrás, "yo, volver a examinarme de las matemáticas, pasar por selectividad..., ni de broma" jajaja, es una broma.

No son solo las pruebas académicas, es mucho más. Son las pruebas de la vida, que han dejado su poso en ti y que sí, es necesario continuar y, en la medida de lo posible no caer en lo mismo.

Aprender. Aprender algo nuevo cada día. Que te sorprenda. Que quieras saber más sobre aquello que desconocías, ese hambre por adentrarte en mundos que nunca pensaste pisaría,s o que en su momento pasaste de soslayo por no verte con fuerzas o ganas de probar.

Un saludo

Silvia Silvam dijo...

Gracias por tu visita, Pixel, y por ese comentario tan verdadero, con el que estoy muy de acuerdo además.
Muchas veces soñar es maravilloso. Nos lleva a hacer cosas de las que no nos creíamos capaces, amplían nuestro horizonte, nuestro corazón, nuestro círculo importante en la vida... pero hay que saber cuándo los sueños son viento, a favor o en contra (no significa que sean siempre fáciles de luchar) y cuando son un ancla que te mantiene aferrada perdiéndote muchas cosas. Puede ser muy complicado abandonarlos. Siguen siendo hermosos, muchas veces los pintamos más hermosos aún por no haber estado nunca cerca de ellos, por no haber divisado sus imperfecciones o experimentado sus sinsabores, y esa idealización hace que cueste más desprenderse. Pero creo que llega el momento de decidir en qué mundo se quiere vivir, en el de unos sueños muchas veces a propósito inalcanzables, o enfrentarse a la realidad, no como contraposición a lo bonito de soñar, sino con el riesgo de fallar, pero también con la maravillosa posibilidad de disfrutar plenamente en muchos momentos.
Y, por supuesto, y como bien dices, haciendo buen uso del bagaje que ya tenemos de experiencias pasadas y, a ser posible, acumulando más confianza para la llegada de nuevas. Mientras lo hagamos lo mejor que podemos, es para estar orgullosa de los pasos que se dan.

Un abrazo.