15 diciembre 2011

arena

sabbia sterile
sfregia, erosiona
a inezie..nulla

colpisce il vento,
priva d'acqua l'albero
..lo spunto muore
iO (haiku x2)


Arena. Podía escuchar el ruido sibilante que hacía al caer mientras pronunciaba su nombre, sentir como inundaba su cuerpo lenta y selectivamente, inexorablemente también, siempre en función de sus propios gestos, compensando y equilibrando sus movimientos, y dando a éstos una gracia y armonía perfectas.

No había probado nunca aquel elemento desconocido que, al azar, levantaba dunas en medio de sus emociones y antes de que pudiera recordar su forma las destruía, elevando otro sentimiento en torre de color rojiza. Sin comparar, sin extrañar, cada momento era perfecto, y cada imagen única e imprescindible en su segundo de vida. Nunca había sentido el discurrir del mundo tan deprisa, y ahora sabía que lo era. Sólo era él quien no se había adaptado hasta ahora de manera que pudiera captar hasta la última gota, exprimirla dentro de sí, y dejar que al instante la llevara el viento vacía de contenido.

Era el mismo a cada instante, y sin embargo nunca lo era. Continuamente se dejaba atrás a sí mismo, moviéndose tal y como la dirección del viento le moldeaba, de manera que su sombra jamás podía seguirle.

Sentía su superficie suave y pulida, como si llevara eones en este mundo, y hubiera jurado que el tiempo podía resbalar sobre ella pasando de largo. Miles de vientos le atravesaban y ninguno podía destruirlo, sólo cambiarlo, y a cada cambio se sentía más fuerte y más bello. Indestructible. Eterno. El secreto estaba sólo en no oponer resistencia. No importaba que su materia se dispersara, que lo integrara después otra nueva y desconocida… su ser se mantenía intacto por encima de todo eso, porque se hallaba muy lejos en realidad… quizá en el lugar del que había venido la arena, aquel elemento irreductible donde todo era, en mayor o menor medida, pasajero.
)(

2 comentarios:

pixel dijo...

El cambio continuo de una persona asemejarlo a los cambios continuos de las dunas. Dunas que están delante de ti y en cuanto vuelves la cara o agachas tu mirada, ya no las ves igual.

Una comparación, una elemento muy acertado de asemejarlo a los cambios que pueda experimentar alguien en sus propias carnes o en las de otras.

Parece que los cambios de los que hablas son buenos, mejoran por momentos, son una fuerza atrayente de la que no puedes ni quieres escapar. Qué sensación tan desconocida. Desconocida y que tal y como lo cuentas por un momento he pensado que quién me iba a decir a mi qué me iba a gustar experimentarlos.

Es decir, eso de que alguien o las cosas vayan dando tumbos de hoy para mañana, lo he llevado siempre fatal. Nunca he sabido gestionarlo. Y soy consciente de que los cambios están ahí y lo peor que se puede hacer es resistirse. Por eso, siempre he admirado la facilidad que tienen muchas personas de ver ventajas en los mismos, de ver un divertimento, un reto en ellos.

Al final sí o sí, lo aceptas y lo afrontas como crees que es mejor, te puedes equivocar o no, pero por lo menos los afrontas. Y si no obtienes los resultados esperados, creo que nuestra naturaleza nos empuja a buscar otros caminos.

Bendita naturaleza, fuerza, elemento externo, desconocido que me obliga a seguir luchando. Que no se agote nunca, que se transforme, evolucione pero que no desparezca.

Un abrazo, Pixel.

Silvia Silvam dijo...

Que no se agote nunca...
Desconozco esa sensación de haber nacido sin miedo a los cambios, también a mí me ha taladrado ese miedo, y aún a veces lo tengo, pero también por el camino me he dado cuenta de dos cosas: una, que la angustia de temer ese cambio es la mayoría de las veces mucho más dañina que el efecto de ese cambio en sí; dos, que muchas veces esa naturaleza que mencionamos actúa en contra de nuestros sueños, planes o ciertas convicciones y, sin embargo, es en nuestro favor a medio o largo plazo, por lo que, sin saberlo, estamos en ocasiones agotándonos en una lucha contra un desconocido aliado... está en medio el corto plazo, como no, para confundirnos, asustarnos y/o morirnos de miedo, pero, en muchas ocasiones, miramos atrás y vemos que aquello que no esperábamos a mejorado nuestra vida, no diré siempre, pero sí más veces de las que podríamos creer. Muchas veces lo que soñamos y anhelamos no nos habría hecho felices, de haber llegado allí. Y ojo, no hablo de renunciar a un sueño porque sí, sino de saber cuándo ha llegado el momento de embarcarse o dejarse embarcar en algo diferente. La capacidad de superar esa situación, después de pasarlo tal vez mal, y de esa incertidumbre, también nos hace más fuertes para lo siguiente.
Estamos expuestos al viento y, por ello, expuestos a cambiar.

Un placer tu visita. Un abrazo, Pixel.